El primer instrumento antecesor sería el monocórdio, dotado de un cuerpo que hacía de caja de resonancia, una sola cuerda y un sencillo mecanismo que alargaba o acortaba la parte vibrante de la cuerda para producir diferentes tonos. Más adelante se añadirían más cuerdas que emitirían cada una un único tono (policordio). En ambos casos, las cuerdas se pinzaban con los dedos o con plectros. Estos instrumentos, presentes en muchas culturas ancestrales bajo diferentes nombres o formas, pertenecen a la familia de los instrumentos de cuerda pinzada.
Con la finalidad de agilizar la emisión de los sonidos, se añade un simple mecanismo basado en unas teclas (ya conocidas en el órgano), que contienen en el otro extremo una plancha metálica que impacta contra la cuerda. En función del lugar de la cuerda donde se produce el impacto se emite un tono u otro, por tanto, diversas teclas podían actuar sobre una misma cuerda para conseguir diferentes tonos. Así nace el clavicórdio, en el Barroco.
Casi contemporáneos al clavicordio, aparecen los instrumentos a base de corte de pluma. Un mecanismo más complejo hace que, al accionar la tecla, una púa hecha de pluma de cuervo pince la cuerda. Cada tecla actúa ya solamente sobre una única cuerda para acentuar el carácter polifónico. Este dispositivo primigenio ya contempla un primitivo sistema de apagadores. Instrumentos como el cémbalo, la espineta o el virginal también comparten este tipo de mecanismo.
Para conseguir que el instrumento pudiera realizar tonos fuertes y flojos (la mecánica de corte de pluma no lo permitía), Bartolomeo Cristofori, en el siglo XVIII, crea un mecanismo en el que unos martillos percuten las cuerdas en lugar de pinzarlas. De esta manera, la intensidad del sonido depende de la fuerza con la que se pulsa la tecla. Además, dado que el martillo está cubierto de cuero, se consigue una sonoridad más dulce que los instrumentos antecesores. Nace el pianoforte, durante la época del Clasicismo.
En plena revolución industrial, las innovaciones pasan por mejorar el mecanismo del piano con la inclusión del “doble escape”, añadir cuerdas, cruzar el encordado para una mejor distribución de la tensión de sus cuerdas, o desarrollar efectos diversos accionados por pedales, entre otros. Tal es la aceptación del instrumento entre compositores e intérpretes de la época que este siglo XIX, en pleno Romanticismo, es considerado el siglo del piano. A mediados de esta centuria, y debido a su gran popularidad, aparecen los primeros pianos verticales, que permiten ahorrar espacio en aquellos hogares que deseen uno.
En el siglo XX, los derivados del petróleo aportan nuevos materiales que también se utilizan en la construcción de pianos. La aparición de las nuevas tecnologías incide en el estudio de los componentes, su diseño y las
técnicas de construcción,
llegando así al piano
que en la actualidad
todos conocemos.